Hacer amor no es lo mismo que amar.

Hacer amor no es lo mismo que amar.
Sexo- es grito de sangre, es hambre de cuerpo, carnívoro, irreflexivo,

es orden dado por la eternidad que no permite la desobediencia.
Al mismo tiempo sexo se come a sí mismo, como el fuego,

y cuando esté satisfecho, deja solo cenizas, fastidiosas e inútiles.
Amor es reverso de la eternidad.

Es enraizamiento, “enfuegamiento” de una alma a la otra.
Sexo cae subidamente, de repente, en un momento.
Y con la misma facilidad y sorpresa con la que cayo, se larga.
Amor llega tarde, detrás de deseo, detrás de sus orgías, gritos voraces y susurros salvajes.
Amor anda silenciosamente, con una mirada atenta, con una sonrisa misteriosa.
Llega vestido de grandes sufrimientos, rutinas diarias,

abnegaciones heroicas y aventuras mezquinas.
Amor llega sin que tú te des cuenta,

pero se convierte en el amo de poder unipersonal,

y si se va, va con dificultad, con martirios, con muerte.
Deseo es ciego, salvaje, con nariz dilatado,

con dedos contrahechos, ataca a todo lo que puede satisfacer su hambre.
Voraz, glotón, el deseo puede desear a 2, 3, 4, 5 personas hasta que le dure el fuego.

Amor es lento, perspicaz, puede enraizarse
solamente en una sola alma y solo una alma puede aceptarla dentro,

hasta el fondo.

Deseo ama solo a sí mismo y para sí.
Y cuando los sufrimientos de uno le llenen con placer y empalagamiento,

le irá buscando más sufrimientos para éste.
Amor es para ambos.

Y cuando sufrimiento de uno dé placer y alegría al otro,

el primero dejará que le crucifiquen para prolongar la alegría del segundo.

Deseo es como una flor chillona, de la cual solo de vez en cuando en ocasiones raras nace la fruta– amor. Sin flor no hay fruta, pero no cada flor da lugar a fruta.